lunes, 21 de mayo de 2018

I. UN CLARO EN EL BOSQUE (1)


I. UN CLARO EN EL BOSQUE



1


Recorría un bosque, uno como ningún otro que hubiese visto antes en toda su vida, uno que nunca jamás hubiese sido capaz de imaginar. Los árboles eran altos, de gruesas cortezas, con protuberancias y raíces que la tierra no era capaz de contener. Cada uno de estos impresionantes monumentos vivientes se veía extremadamente viejo, pero no por ello marchito, sino todo lo contrario, tenían incontables ramificaciones y todas las ramas albergaban una frondosidad infinita. Era como estar cubierto por un techo de distintas tonalidades de verde y con una textura de hojas de todas las formas y tamaños.

Caminaba descalzo por el suelo, dejando unas marcas casi imperceptibles en la tierra. Avanzaba casi con remordimiento, consciente de que no debería estar allí. Era el único ser humano que había pisado esa tierra en mucho tiempo, estaba convencido de ello. El aire que respiraba estaba impregnado de intensos olores, fragancias naturales que despertaban sus sentidos y lo embriagaban. El dulce aroma de los árboles, las plantas y la tierra fértil, estaba acompañado de una sensación de profunda espiritualidad. Sentía que su sola presencia en este mágico paraje podría ser considerada como un sacrilegio ante la mismísima madre naturaleza.

Sus pasos no le dirigían en ninguna dirección determinada. Estaba demasiado maravillado con todo lo que veía y percibía como para preocuparse por llegar a algún sitio. No recordaba cómo había ido a parar hasta allí pero tampoco le importaba. No quería irse.

De pronto, un sonido rompió el silencio que le había acompañado hasta ese momento. Hasta entonces solo había escuchado el rumor del viento entre las hojas, y había creído que eso era más que suficiente. Pero ahora, al llegar hasta sus oídos tan hermosa melodía, se daba cuenta de cuán equivocado estaba. No imaginaba que pudiese existir nada en el mundo más bello que la música de aquel instrumento que no lograba identificar.

Dejó de caminar sin rumbo y orientó sus pasos en dirección al lugar del que parecían provenir las notas musicales.

Anduvo durante un largo periodo de tiempo y la música no paró en ningún momento. A pesar de la distancia, no se sintió cansado ni perdió las fuerzas. De algún modo, parecía flotar sobre el suelo. El sonido le empujaba a continuar, animándole con suavidad y avivando continuamente su ferviente deseo por hallar la fuente de la melodía.

Entonces la música cesó y, al hacerlo, él se detuvo. Se sumió en una profunda depresión. Pensó que ya nunca sería capaz de escuchar de nuevo nada tan hermoso. Pensó que, a partir de ese momento, estaría condenado por toda la eternidad a preguntarse sobre el origen de la música más bella que había escuchado jamás, y se lamentaría para siempre por no haber sido capaz de capturarla.

Pero un nuevo sonido le hizo salir de su turbación. Había escuchado el inconfundible chapoteo de una gran masa de agua al salpicar. Caminó hacía el origen del ruido y, solo unos pasos más adelante, se encontró con una extraña formación arbórea.

Estaba frente a una hilera de árboles que, de tan apegados que estaban los unos a los otros, parecían formar un impenetrable muro de corteza marrón oscura. Únicamente una hendidura permitía el paso al interior de tan increíble disposición natural del bosque. Para poder acceder era necesario hacerlo de perfil, dando pasos laterales hacia el interior.

Al llegar al otro lado se dio cuenta de que la estructura era mucho más inaudita de lo que en un principio pudiese haber imaginado. No era simplemente un muro. Los árboles estaban dispuestos de forma circular, rodeando un pequeño claro de bosque que contenía un manantial de aguas cristalinas, alumbrado por el único rayo de sol que había visto desde que había aparecido en el bosque, filtrándose entre la cúpula esmeralda que formaban las hojas. Era una imagen de cuento de hadas. Un lugar privado que se había formado por sí mismo, sin ayuda del hombre. Solo había una forma de acceder al claro y era por donde él lo había hecho.

No creyó que pudiese haber modo alguno de superar el deleite producido por su asombroso descubrimiento.

Al mirar con más atención al claro, se dio cuenta de que sobre una roca reposaba un extraño artefacto. Conforme se fue acercando a la roca, su júbilo fue incrementándose cada vez más, porque sabía que su instinto le había conducido hasta el origen de la música.

El instrumento que tenía ante sí era una especie de flauta tallada en piedra. Estaba pulida y grabada con unos delicados dibujos serpenteantes. Se preguntó cómo era posible que hubiese alguien tan irresponsable como para dejar tan esplendido instrumento abandonado en cualquier lugar. Pensó que solo había una cosa sensata por hacer: coger la flauta y llevársela consigo. Nunca había sido muy ducho para la música, pero estaba convencido que todo era cuestión de encontrar el instrumento adecuado. Después de todo, no pensaba que fuese posible que saliese una mala nota de aquel fascinante artefacto. Extendió la mano para hacerse con el objeto de su deseo, pero algo le frenó. Antes de alcanzar la flauta, volvió a escuchar el sonido del agua a su espalda.

Se volteó y se encontró con el cuerpo desnudo de una mujer saliendo del agua. Su belleza era tal que resultaba hipnótica. Tenía una larga cabellera de color castaño que le caía por la espalda, pegándose a su cuerpo por la acción del agua. Su rostro era anguloso, de labios carnosos y altos pómulos. Detrás de sus largas pestañas se ocultaban unos enormes e intensos ojos grises que se clavaban como agujas al devolver la mirada. Era delgada pero de estilizadas curvas. Su piel era muy clara, casi blanca, y muy tersa. Todo en ella reflejaba la voluptuosidad que solo otorga la juventud. Sus pechos, no muy grandes pero firmes, apuntaban hacia arriba con sus sonrosados pezones coronando la redondez de sus formas. Su vientre plano y liso brillaba con el resplandor de la luz del sol al reflejarse sobre su húmeda piel. Sus muslos, ligeramente separados, dejaban ver el contorno de su poblado sexo que, sin pudor alguno, no se molestaba en cubrir.

La visión de la mujer le dejó petrificado. No se atrevía a moverse. Ella continuaba en el mismo lugar, observándole, sin pronunciar palabra.

No podía apartar los ojos del cuerpo de la joven. Todos los rasgos de ella, la sensualidad que se desprendía de cada uno de sus rincones, era tal que provocaba que su corazón perdiese su ritmo con cada movimiento ocular.

Entonces descubrió algo en ella que le hizo sentir una fascinación todavía mayor, un detalle en el que no había caído hasta el momento, distraído con la desnudez de la mujer y aturdido por el acuciante deseo que había comenzado a arderle en el pecho. Vio que la forma de sus orejas no era la propia de un ser humano, sino que eran ligeramente más alargadas, estrechándose en la parte superior.

Pensó en todas las historias que conocía y se aventuró a conjeturar que el ser que tenía ante sí parecía ser de la fantástica raza de los elfos. Solo la ficción podría haber creado una criatura tan hermosa.

Quería acercarse a ella, quería explorar cada rincón de su cuerpo y fundirse en la pasión con aquel ser de leyenda. Dio un paso en dirección hacia ella y entonces la joven pareció sobresaltarse. La elfa permaneció inmóvil, pero con miedo en su mirada.

La insoportable atracción que estaba experimentando no le dejaba retroceder. Dio otro paso hacia delante. Pero ya no avanzó más, porque entonces algo le hizo detenerse repentinamente.

Una voz profunda e inquietante resonó dentro de su cabeza. Lo escuchó con claridad, pero no pudo identificarlo como uno de sus propios pensamientos.

“Necia criatura. No hay elfos, ni hadas ni dragones. Tus cuentos son solo historias para niños y mentes dóciles. En tu mundo la realidad se ha distorsionado para ocultar una verdad mucho más siniestra y compleja. No es un elfo lo que tienes frente a ti. La criatura pertenece a la raza de los Fane, es la última de su especie. No pretendo alarmarte pero, si quieres regresar a tu mundo, te sugiero que corras hacia la luz.”

La voz logró sacarle de su estupor. Sacudió la cabeza hacia los lados, tratando de centrarse en su propia persona. Esto alarmó a la Fane quien, repentinamente, abrió la boca enseñándole una hilera de amenazadores y afilados dientes con un brillo de color azulado.

Al ver aquello, se asustó y tropezó con la piedra que quedaba tras él, tirando el objeto que reposaba encima. No fue capaz de recuperar el equilibrio y cayó al suelo, junto a la flauta que le había hecho llegar hasta el claro en un principio.

Un zumbido empezó a resonar por todas partes del bosque, repitiéndose como un eco dentro de su cabeza. Miró hacia atrás, hacia la hendidura de los árboles, y le pareció ver que la grieta estaba estrechándose, haciendo cada vez más pequeña la blanquecina luz que se filtraba desde el otro lado. Eso le hizo recordar las palabras que acababa de escuchar. “Corre hacia la luz”, le había dicho alguien. Supo que tenía que hacerlo, que era su única oportunidad de salir de aquel lugar antes de que fuese demasiado tarde.

Recogió la flauta del suelo, se puso en pie y corrió hacia los árboles. Ni siquiera volvió la cabeza para comprobar si la criatura le perseguía.

Se introdujo en la hendidura y comenzó a avanzar con dificultad, pues efectivamente el hueco era mucho más estrecho que cuando había entrado. Los árboles le apretaban tanto el pecho que le costaba respirar. Sabía que si se detenía acabaría irremediablemente aplastado, formando parte del muro de troncos. La corteza rasgó su ropa y le hizo arañazos sobre la piel, pero al final consiguió salir.

Ya no había un bosque en el exterior, solo luz. El brillo era tan intenso que tuvo que cerrar los ojos para que no le doliesen. Entonces el zumbido cesó y la luz dejó de filtrarse entre sus parpados.

Todo quedó a oscuras y en silencio.

SIGUIENTE

1 comentario:

  1. Este es el comienzo de una historia episódica de fantasía. Técnicamente el primer volumen lo tengo terminado (con una extensión de más de 140.000 palabras), de modo que salvo que haya un cambió de planes continuaré publicando nuevos fragmentos de la novela regularmente hasta finalizar. Después, si la historia gusta y es seguida por bastante gente me plantearé continuar.
    Por el momento tengo previsto publicar un nuevo fragmento todos los lunes, aunque durante esta primera semana posiblemente vaya subiendo algunos más para ir arrancando.
    Espero que guste mi historia y animo a todos los lectores a dejar sus comentarios y sugerencias.

    ResponderEliminar